sábado, febrero 04, 2012

La Danza de los Malditos.




Pagar la entrada y que el guía te presente el museo.
Son reliquias con treinta años de antigüedad
guardadas en frascos baratos de una época extraña.
Si lo piensas parece un desfile en un funeral.
Las ánimas bailan alocadas enfilando el mausoleo.
Los incubos y súcubos atraviesan el umbral
que separa la cortina dorada y roja desmembrada.
Y se postran ante los tobillos del ángel de la eternidad.

La danza de los malditos continúa,
entre onzas de placer,
buchitos de igualdad,
mordiscos sin por qué,
miradas de superioridad.
Las luces de la sala se atenúan
con deseos de volver,
a tapiar nuestra visión,
obligándote a elegir
esta, esa o aquella opción.

Purgar el impulso-torrente de ponerte a gritar
lanzando puños al aire.
Tragar saliva, humo y tiempo, tragar...
tragar destilados con el fin de enfocar
una misión sin conclusión, sin principios, sin pasión.
Sin medalla dorada ni bandera.
Sin necesidad de preguntarte la finalidad ni la labor.

Pagar la entrada, por supuesto, y que el guía se olvide de ti.
Las reliquias siguen expuestas alrededor del adalid.
Guardadas con especial cuidado, no se vayan a olvidar
el gentío adulador de quién fue quien murió ahí,
pero sigue mandando aquí.

Y entonces...

'Oremos':

"Ven y sálvanos de la inconsciencia de quien blande la pasión.
No nos dejes caer en su verdad, no nos dejes bailar su canción.
Ven y sálvanos de la conciencia, de la lógica, de la razón.
No nos dejes caer en la tentación de sacar, algún día, conclusión."

Y ahora se arrodillan todos.
Después se besan y dan la mano con cara de asco.
Dan un giro de 180º
y salen por la puerta de salida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

:O
jo-pé