No es por fanfarronear...
sólo se trata de una conclusión.
Me he manchado las manos
con los restos derretidos
del bruto de un manjar humano.
He servido, despuntando el alba
dosis y dosis, día tras día,
de droga que mecaniza el alma.
He participado en la censura,
en el engaño y en la estafa.
He vendido mi cuerpo por dinero.
He lanzado a la basura,
bolsas rebosantes y pesadas
del elemento de la comunicación.
He extorsionado con sutiles tácticas.
Y he jugado, con buenísimos resultados,
al arte milenario de probar a ser Dios.
Me he manipulado con obscenas prácticas.
Y he obedecido a la voz de los dictados.
Por eso mismo sé, que tampoco tengo perdón.
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